Docente de aula 6º año, Escuela Nº 71, Tacuarembó
Recordar mi primera clase con alumnos y maestra remota (MR) es ver un camino recorrido, es mirar hacia atrás y ver esfuerzo y superación de todos.
¡Primer día de clase! Recordar a Yica y a Jeriz da nostalgia. Yo esperaba con ansiedad a Yica, sin saber si era hombre o mujer, hasta que sentí el sonido de la llamada entrante y en el mismo momento intenté recordar todo lo que se me había explicado en el salón Los Abetos del LATU, y sin cometer errores, para presionar el botón correcto, que nos permitiera ver y comunicarnos con la MR. Aunque ya habíamos mantenido comunicación vía email, con correos escritos en inglés y español, no se me había ocurrido que no hablara español. Llegó el martes, ya eran las 8:15 horas, había una gran expectativa entre alumnos y docente. Un silencio inmenso reinaba en el salón. Todas las miradas se dirigían a la pantalla, hacia el movimiento de la cámara y la palabra inicio indicando que la MR, de Filipinas, podía aparecer en cualquier momento.
¡Y el momento llegó! Los alumnos me gritaban como si no viera y escuchara lo mismo que ellos, todo lo que sucedía en la pantalla. Presioné el teléfono verde que está en el control remoto y ahí apareció Yica, sonriente, tan lejos y tan cerca a la vez, presente en nuestra aula prestada por un rato por el grupo de 4° año.
Siempre sonriendo, agitó su mano en señal de saludo y nos dijo : “Hello”. Nosotros hicimos lo mismo ¡y ahí comenzó a hablar en inglés! Ni mis alumnos ni yo sabíamos nada de inglés, y ella tampoco sabía nada de español, por lo que al ver lo que sucedía ese día nos apoyamos mucho en los gestos. No percibí nunca que ella estuviera nerviosa o ansiosa, ¡pero yo sí lo estaba! ¿Cómo entender lo que ella expresaba cuando lo único que sabía decir y cuyo significado conocía era “hello”? Había tenido inglés muchos años atrás, cuando cursaba bachillerato, y de eso pasaron casi 30 años.
Entre gestos y risas nerviosas de nosotros, los aprendices, la MR mantuvo su sonrisa espléndida siempre, durante los 45 minutos de clase. Por momentos se ayudaba con el traductor y lo que nos decía para nosotros no tenía ningún sentido. Usó una pizarra que tenía atrás para dibujar y ahí comenzamos a comunicarnos mejor. Fue un logro de todos, los niños me miraban y sonreían con satisfacción, ¡lo estábamos logrando! Soy una maestra que tomo desafíos y los ofrezco a mis alumnos para hacerles sentir y ver qué se puede lograr a partir de ellos.
Luego llegó el momento en el que Yica daba por terminada su clase y agitando su mano dijo “Goodbye children, goodbye teacher” y quedó oscura la pantalla.
Y ahí tomé asiento junto a los niños, porque había estado de pie todo el tiempo. Entonces llegaron los comentarios: “a mí no me gusta”, “yo no quiero venir más a esta clase”, mientras que otros decían: “a mí sí me gusta y la entendí”. Sentía que era urgente lo que tenía que hacer porque Jica iba a estar una vez a la semana por pantalla virtual en una clase de 45 minutos. Ella, desde muy lejos, sin saber los nombres de los alumnos, sin conocer de dónde provienen, qué hacen cuando se van de la escuela, dónde y cómo viven, necesitaba crear un nexo fuerte, flexible y cálido con ellos… ahí estaría mi fuerte intervención docente, pero con un “pequeño detalle”: yo no sabía inglés.
Le propuse a los alumnos investigar desde dónde se comunicaba la MR, trabajé con los husos horarios, las coordenadas geográficas, la ubicación de Filipinas, la diferencia horaria existente entre nuestro país y el de ella, lo que nos permitía entender que seguramente estaría muy cansada a esa hora de la noche en su país y que aún tendría ánimo para continuar trabajando, por lo que la colaboración de ellos sería muy importante para lograr un buen clima de trabajo.
Estudiamos e investigamos todo sobre Filipinas, y de esa forma logramos sentirnos más cerca de Jica y conocer a la persona que trabajaría con nosotros todo el año.
Al llegar a casa le escribí un correo a Jica, donde le contaba cómo era mi grupo, qué características tenía la escuela y de dónde provenían mis alumnos.
La escuela se encuentra dentro del Programa APRENDER, Quintil 1, y no es una casualidad, porque que nuestra población escolar proviene un 90 % de asentamientos, hijos de padres que no tienen trabajo, de familias monoparentales donde la educación no es prioridad para los adultos, sino que prefieren que sus hijos salgan a pedir o a realizar alguna changa.
Yo no soy muy diferente a ellos, solo que cuando me crié no había asentamientos, me crié en la calle trabajando, sola, sin apoyo, en un hogar monoparental, donde las palabras de mi madre eran: “Andá a trabajar que los estudios no te van a dar nada”.
Concurrí a la escuela donde hoy soy docente efectiva, viví en esas aulas emociones, sensaciones, frustraciones y logros como los que hoy viven mis alumnos, por lo que cuando un día cualquiera llegó en el cuaderno de comunicados la noticia de que iniciaría Ceibal en Inglés, un programa opcional al que los docentes podían inscribirse o no, no lo dudé un instante y, sin preguntarles, a mis alumnos decidí que tendrían inglés, firmé donde decía 6°año A y escribí Sí.
Siendo docente de tránsito entre ciclos educativos y al haber trabajado en las instituciones de EMB, donde concurren nuestros alumnos, veo el esfuerzo que hacen “para no quedar con inglés”, es una de las disciplinas filtro y quería que inglés fuera parte de un aprendizaje exitoso.
Fui la única docente de mi escuela que me inscribí, por lo que tenía que viajar a Montevideo y traté de comunicarme con otras escuelas para ver quiénes viajaban desde Tacuarembó.
Llegó el día y allá nos fuimos, era un día frío y lluvioso y nosotros llegamos todos ansiosos, de todo el país, aunque no éramos más de 100, al menos en esa jornada.
Todo era incertidumbre. Rápidamente nos comunicamos entre todos para ver qué novedades había.
Nos llevaron a un salón para que hiciéramos una prueba que la mayoría la realizó sin saber lo que hacía, casi todos quedamos en primer nivel y unos pocos en segundo y tercer nivel.
Después de eso comenzaron a explicarnos cómo trabajar con la pantalla virtual y en la XO.
Recuerdo un chico muy joven, Juan, que nos explicaba con una rapidez tal que no podíamos terminar de hacer algo en la computadora (habíamos llevado la XO verde), porque él ya iba terminando; eso nos generó mucha frustración y hasta enojo.
Con la carpeta que nos entregaron y con lo poco que habíamos podido aprender (por nosotros, no por los jóvenes que exponían y sabían), nos volvimos a nuestros departamentos. Ya en la terminal comentábamos qué hacíamos allí, para qué nos habíamos metido en esto. Pero los docentes-maestros son así, son de luchar; lo hacemos todo con lo que tenemos y así me vine con más incertidumbres que certezas.
Ese era todo el bagaje de conocimiento que tenía para esperar a la MR.
Después de escribirle a Jica, ella respondió inmediatamente mi correo, y me agradeció el informe sobre la clase y la escuela. También me solicitó una entrevista semanal vía Skype (aplicación que yo no conocía ni tenía).
Mis conocimientos en computación eran también limitados, por los que seguiríamos escribiendo por lo menos dos o tres veces por semana y en las que yo le realizaba sugerencias que ella aceptaba, por ejemplo a quién designaría para trabajar con ella.
Al otro día de haber tenido la primera clase, algunos alumnos llegaron y dijeron “hello”, en vez de “hola” o “buenos días”, a lo que les respondí “hello, children”, y ese fue nuestro primer avance.
Una niña de la clase trajo un porfolio de inglés de su prima, donde tenía muchos dibujos con los nombres en inglés, Rosisela fue la primera que dijo más palabras en inglés y nos enseñaba a sus compañeros y a mí. El primer plan que me envió la MR y todos los de ese primer año (2013) no bajaba de 50 hojas o más, por lo que me pasaba el domingo leyendo para saber qué tenía que hacer en la clase remota, lo cual era muy tedioso. Por allá por julio vino Gabriela Kaplan y se lo planteamos todos los docentes porque a todos nos pasaba lo mismo.
Para poder trabajar en inglés realicé una agenda grande que pegamos en la pared del aula y de esa forma organicé qué trabajaríamos cada día y dejé dos días para trabajar las clases B y C de inglés. No era fácil porque me llevaba mucho más tiempo de los 45 minutos que decía el plan. Pero si me hacía la olvidada, los alumnos me hacían recordarlo de inmediato.
Para poder relacionar más a los alumnos con la MR, le sugerí a Jica que les contara sobre ella y así lo hizo: la segunda clase nos presentó su casa en inglés: “My house”. También nos mostró a su familia: madre, padre, abuelos y hermanos, que fueron además las primeras palabras que los niños aprendieron. Jica pidió como tarea domiciliaria que cada uno dibujara su casa y/o creara una maqueta y se la mostrara. Así comenzamos a transitar el camino de aprendizaje, y yo pensaba “un día a la vez”… entonces bajé la ansiedad, comencé a aprender junto con ellos, que me corregían la pronunciación, porque aprenden más rápido.
No nos perdíamos una clase de inglés por nada. De a poco, Jica aprendía algo de español y nosotros algo de inglés.
La directora de la escuela dudaba de que los alumnos lograran aprendizajes, dadas las dificultades que tienen con su propio idioma.
Un día que teníamos inglés me descompensé en la mañana, antes de salir para la escuela, me comuniqué con la MD y le informé que ese día había clase con la MR y que era necesario estar en hora para conectar la llamada. De todos los docentes que están en la lista de maestros a la orden, ninguno podía concurrir, por lo que la MD quedó con la clase a su cargo y concurrió a clase de inglés con ellos. Quedó muy sorprendida de lo que sabían y cómo se comunicaban con la MR, informó sobre eso y decidió que al año siguiente los docentes que optaran por 4° y 5° años debían trabajar en inglés, de lo contrario no podrían optar por esas clases.
El año continuó y, mientras tratábamos de informarnos sobre Filipinas, un día no pudimos tener inglés porque hubo una catástrofe natural y no teníamos conexión para comunicarnos. Preocupados por Jica, le enviamos un correo electrónico al que ella respondió contándonos que estaba bien, pero que muchos de los habitantes de Filipinas habían sido afectados.
La clase decidió de alguna forma brindar apoyo a la MR y a la clase siguiente, cuando finalmente se conectó vio a su grupo abrazado, todos juntos, y ese abrazo se fue abriendo hasta que nos acercamos a la pantalla para abrazar a Jica y decirle en inglés: “Un abrazo solidario al pueblo filipino”. La MR se emocionó y llamó a sus compañeros filipinos y al coordinador de Ceibal en Inglés en Filipinas para que vieran nuestro saludo. Fue un momento de emoción, de conexión y de afecto.
Al año siguiente ya me encontraba más segura, sabía cómo guiar a mis alumnos y cómo comunicarme con la MR y lograr la comunicación entre los niños y ella.
Nuevamente, la MR era filipina y no hablaba nada de español. Jeriz era una chica joven, activa de carácter, y logramos una muy buena empatía, al igual que con la MR anterior.
Quizás porque ya había tenido inglés el año anterior, y había observado muy buenos logros en mis alumnos, la expectativa era igual o mayor. Una vez más tenía primer nivel, porque los alumnos no habían tenido inglés antes.
Además de la clase curricular de inglés, Jeriz nos enviaba videos con información de su país y de esa forma nos acercaba a su cultura.
Ambas MR se adaptaron con facilidad a lo que se presentaba. Recuerdo que un día estábamos en un acto patriótico, y al finalizar debíamos comenzar la clase de inglés. Algunos alumnos estaban con la vestimenta del grupo de danza de la escuela, y Jeriz preguntó cuál era el motivo de esa vestimenta. Los alumnos le explicaron, un poco en español, otro poco en inglés, la razón y ella hábilmente comenzó la clase pidiendo que le dijeran en inglés los colores de la ropa y el nombre de cada prenda.
Al igual que los docentes de aula, que en el transcurso de la clase cambiamos la planificación por un tema emergente, así lo hacen los MR. Se involucran, tienen empatía, logran muy buena comunicación con el docente, se esfuerzan porque aprenden a identificar a los alumnos y es muy importante que en alguna oportunidad les digan algo específico a algún alumno, como por ejemplo: “Antonio, te has cortado el cabello”, con gestos, en su idioma o en el nuestro.
En cada una de las experiencias, la última clase virtual fue muy emotiva para las MR, para los alumnos y para mí. Aún las recordamos con cariño y siempre algún alumno llega a la escuela a preguntar por Jica o por Jeriz. Con lo que he aprendido de inglés, gracias al Programa Ceibal en Inglés, realizo el apoyo pedagógico a los alumnos de tránsito entre ciclos educativos en 1° de Educación Media Básica.
He tenido la satisfacción de ver cómo los alumnos egresados de 6° año que tuvieron inglés tenían promedios de 8 hasta 12. Ni uno de mis alumnos egresados de 6° año fue a examen de inglés.
El programa de 6° año de Primaria es similar al programa de 1° de EMB. Los alumnos egresan pudiendo mantener un diálogo social aceptable: saben saludar, presentarse, presentar a un amigo, describir objetos, personas y animales, y deletrear su nombre y el de otros objetos.
Por los hogares de donde provienen (a veces en toda la clase, solo un alumno tiene internet y por esto no pueden entrar a las carpetas o porfolios que tienen en Crea 2), deben registrar todo en un cuaderno para poder al año siguiente realizar las actividades de inglés con apoyo de ese material.
Este año nuevamente tengo un desafío, porque mis alumnos están en 2° nivel y se comenzó directo con el programa, sin repaso previo, por lo que trato de realizarlo en las clases B y C. También sucede que ellos me corrigen la pronunciación, por ejemplo, al decir: “can”, si lo digo así como se escribe, me dicen a coro: “Ken, teacher”. Sin duda, aprenden más rápido que yo.
Pasó el tiempo y hay un camino recorrido, hay personas que conocimos, por las que sentimos cariño y sabemos que de alguna forma nos cambiaron la vida o incidieron en ella.
Jica debe estar trabajando en un hospital, es Licenciada en Enfermería, Jeriz, debe estar disfrutando de su nueva vida con su esposo (en marzo siguiente se casaba).
Ahora transitaremos ese camino con Inés, desde Buenos Aires.
Cada una de ellas nos ha dejado algo especial. Por ejemplo, en su último día con nosotros Jeriz filmaba videos desde Filipinas, y en nuestra escuela vino una compañera a tomarnos fotos en las que aparecemos reunidos alrededor de la pantalla junto con la MR, imágenes que le mandé luego por correo electrónico. No es fácil, pero de una forma mágica las docentes MR forman parte del colectivo escolar, son uno más de los profesores especiales que concurren cada semana en forma presencial, los alumnos se adaptan a trabajar con ellas y se llega a un contrato pedagógico MR-alumnos y docente de aula.